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Prender la planta

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La planta de Cannabis Sativa tiene el gran problema de ser ilegal en la legislación dominicana. Esto no es una propiedad de la planta sino de las leyes. 

No voy a hablar de la ventaja de la legalización para un mayor control de la sustancia y su tráfico, con la consecuente disminución de la violencia ligada a esta. Tampoco de los beneficios fiscales que podrían derivar de su regulación, ni de sus aportes económicos, de reconocer una producción local. De todo eso se ha dicho mucho, así como de sus aportes medicinales. Pero decir que un vaso de cerveza puede ser bueno para los huesos o que una copa de vino tinto ayuda al sistema cardiovascular, no es la excusa que nadie, más allá de una broma, usa para justificar su consumo de alcohol. Tampoco es el que utilizaron sus comerciantes para haber vendido más de 300 millones de litros de cerveza durante el 2021 en República Dominicana. Tampoco para vender casi 30 millones de litros de ron. No se anda anunciando sus beneficios para la salud. La publicidad del alcohol, como casi todo, se basa en vincularlo a conceptos positivos. Orgullo patrio, tradición, prestigio, valentía, y así, dicen los eslóganes que se anuncian en cualquier medio. Pero eso es porque hay que rellenar. En el fondo todo el mundo sabe que al final la gente bebe romo por dos razones: porque puede y porque se lo merece. 

Ahí están los números de muertes relacionadas con consumo de alcohol, el cual también consumo. Me importa poco, como a la mayoría de la gente, sus efectos nocivos contra la salud. Están probados y la sociedad está consciente de ellos. Por eso mi argumento a favor de la legalización de la marihuana es pura y simplemente hedonista: fumo porque me gusta, porque me produce placer sin dañar al prójimo, y ya.

Disfruto picarla. Me agrada su olor. Me gusta enrolar, prender y sentir el mareito, la piel de gallina imaginaria. Cerrar los ojos y conectar con mi organismo desde otras formas de pensar y sentir. Me gusta estar en alta. Me agrada y me relaja. Me pone jevi y me encanta compartirla con un coro jevi.

El derecho a la autonomía corporal, como bien sabemos, es algo que no se tiene muy claro en este país. Mucho menos los legisladores. Defender el placer propio no está bien visto. Es lo peculiar de ser un país mitad-vecindario: la seriedad es un disfraz que te pones para que el vecino te vea. No responde a un código ético. Aquí predomina una gran lección histórica: eres lo que aparentas. Por eso se puede cantar a luz pública, estrofa por estrofa, repitiendo que se está “empatillao” y al minuto llamar vicioso a quien dice que fuma yerba. No hay ninguna contradicción porque la magia es decir o hacer cualquier cosa siempre y cuando se pueda luego renegar de ella. No solo renegar, la clave de salir “sin ensuciarse” es tener el descaro de arremeter en contra de lo que uno mismo hace pero a escondidas. El secreto a voces es nuestra especialidad. En cualquier colmado se compra papel para enrolar. Viene en forma de unos terribles tabacos que nadie fuma. Porque son infumables. Cada vez más venden directamente el papel de enrolar. El colmadero te los venderá sin problemas con tal de que no digas para qué es.

En República Dominicana la popularización del consumo de drogas es relativamente reciente. Los grados de apertura cambian drásticamente según la generación de a quien se pregunte. Fumar marihuana para muchos sigue siendo un tabú, un mito, un acto horroroso e irracional que comete gente sin conciencia y que sucede solo en callejones oscuros. Lamento informarles que no se han enterado de nada. No le llegan a lo que ocurre, están perdidos en un mundo pasado e idealizado. 

Aquí se prende en torres y barrios. La yerba es transversal. Lo que va a variar es su calidad. Qué más… Hablando claro: la yerba es lo de menos. La discusión nos agarra tarde, ¿o es que ni se han enterado de la mitad del catálogo de drogas que circulan ante sus narices?

La idea de la guerra contra las drogas fracasó en todo el mundo. Hay una tendencia clara hacia la despenalización y legalización total, lo quieran o no. Su consumo por acá continuará invisible pero presente, como su humo. El imaginario de droga maldita, la lechuga de Satanás, continuará por siempre en la cabeza de muchos. Que en una sociedad tan violenta, donde el robo a las propiedades individuales y colectivas es norma, resulta irónico que lo vetado sea el “arrebatarse”. 

El consumo de marihuana es un secreto a voces que cantamos con alegría a condición de que, llegado el momento, lo reneguemos, como los cantantes que cuando en una entrevista le preguntan por la fumadera de la que hablan en sus canciones saltan con que no, que se están refiriendo a otra cosa. “Que yo fumo yerba para nadie es un misterio”, dijo aquella vez el rapero nacional, solo que yo lo digo bajito, desde un pseudónimo. A escondidas, como se fuma la marihuana: replegado en el miedo ante un chantaje moral que todavía surte efecto. 

Fuente: El Mitin – Prender la planta

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