Marihuana y Movimiento LGBTQAI+: ¿Es la Comunidad Cannábica Realmente Inclusiva?

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Rainbow is the new black

A medida que entramos en junio, Mes del Orgullo LGBTQAI+, podemos sentir cómo todo se vuelve más colorido. Hoy, en un marcado y feliz contraste con la historia de la humanidad, la norma es ser inclusivx. Hasta podría decirse que está de moda, y que el arcoiris es el nuevo negro.

Ninguna marca que se considera a sí misma “progre” quiere quedarse afuera del baile. Y la comunidad cannábica no es ninguna excepción. Especialmente cuando siempre se ha enorgullecido de ser una comunidad inclusiva y carente de prejuicios, ya que ella misma ha sido perseguida durante décadas.

¿Pero qué significa realmente ser “inclusivx”? Seguramente no es acordarte de que existen lxs queers recién cuando llega junio y ponerle un arcoiris a todos tus productos (cuando el resto del año no hacés nada por la comunidad queer). Eso sería ridículo. Pero tristemente existen muchas compañías, ya sea dentro o fuera de la comunidad cannábica, que piensan que con eso es suficiente.

¿Y qué sí sería suficiente? ¿Cómo puede hacer la comunidad cannábica para ser realmente inclusiva, todos los meses de todos los años?

Un poco de historia

Lo primero que podemos hacer es recordar un poquito cómo se desarrolló la lucha por la legalización de la marihuana.

Quizás te sorprenda, pero si hoy vivís en un lugar donde la marihuana es legal (o por lo menos está despenalizado su uso medicinal) y estás leyendo esto fumándote uno, se lo debés en gran parte a la comunidad LGBTQAI+.

En los ‘80, en medio de la crisis de VIH/sida que arrasaba al mundo en general y a Estados Unidos en particular, lxs activistas LGBTQAI+ se movilizaron para luchar por el cannabis medicinal. Esto se debe a que el VIH/sida era desproporcionadamente más común entre las personas de la comunidad queer (y todavía más entre la población racializada y con menos recursos), y la marihuana era la única opción de tratamiento que funcionaba. Por lo tanto, el acceso a la misma era una cuestión urgente.

Así, el movimiento LGBTQAI+ estuvo detrás del Acta Compasiva (Proposición 215) en California en 1996, que resultó un momento bisagra para la legalización de la marihuana en EEUU y marcó un antecedente no sólo para este país sino para el resto del mundo.

Porque claro, esta lucha no es exclusiva del primer mundo. En una entrevista con el Presi Gay de la Argentina, el activista José María di Bello, la primera persona en casarse con otra de su mismo género en Latinoamérica, compartió su experiencia con la marihuana como tratamiento para el VIH. En los ‘90, el tratamiento para esta patología era muy distinto, y el desgaste físico que implicaba era devastador.

“Cuando empecé el tratamiento, literalmente no me podía levantar de la cama”, cuenta. “Era tal la situación de descompostura, de malestar, de mareo, de agotamiento… La marihuana hizo la diferencia. Es maravillosa, primero porque es antiemética, o sea anti náusea, y me sacaba esa sensación y encima me generaba apetito, ganas de comer. Fue la manera en la que yo logré alimentarme. Y era fundamental, porque el tratamiento yo lo tenía que seguir, era lo que me salvaba la vida, pero por otro lado tenía esta situación y vomitaba. Y bueno, la marihuana fue la que efectivamente me permitió seguir adelante”.

Pero la relación entre la comunidad arcoiris y la cannábica no se reduce a la lucha contra el VIH/sida. Siendo un grupo socialmente marginado, no resulta sorprendente que sea muchísimo más vulnerable a afecciones de salud mental, como depresión, ansiedad y estrés postraumático. Esto es especialmente cierto en los grupos queer racializados y de menor poder adquisitivo. Ahora bien, la marihuana funciona de maravillas para las afecciones mencionadas, así que no debe resultarnos extraño que lxs queers no sólo utilicen, sino que militen más al cannabis.

La lucha por el cannabis medicinal terminó (o más bien, empezó) siendo una cuestión de derechos LGBTQAI+. Y es gracias a estxs activistas que la marihuana ganó más aceptación social como medicina y más personas pudieron tener acceso a ella.

El activismo de la comunidad LGBTQAI+ para lograr el acceso al cannabis medicinal fue crucial para el movimiento de legalización en todo el mundo. Y la comunidad cannábica no le está dando el crédito suficiente.

La industria del cannabis hoy

Lxs miembros de las comunidades LGBTQAI+ y cannábica seguimos estando en los márgenes de la sociedad, como parte de la “otredad” que tan nerviosa pone a la norma.

Aun así, hoy en día hay una aceptación pública muchísimo mayor a nuestras identidades y formas de vida. La evolución es innegable: hace no tantos años, la idea de una compañía legal de cannabis parecía de ciencia ficción, y ni que hablar si además su dueñx es de la comunidad queer.

Pero todavía queda un larguísimo camino por recorrer en esta industria emergente. Las mujeres, personas racializadas y/o queers representamos una parte muy pequeña de la demográfica empresarial en general, y ésta es otra tendencia que no exceptúa a la comunidad cannábicaLa vasta mayoría de los dueños de compañías de cannabis son hombres blancos heterosexuales.

La discriminación ya no es tan alevosa ni explícita, pero toma tintes más sutiles. Le preguntamos a Emma Chasen, educadora cannábica y una de las dueñas de Eminent Consulting Firm, cómo vive esta situación. “Como mujer queer, nunca me he sentido excluida de la industria del cannabis debido a mi identidad”, declara. “Sin embargo, tampoco puedo decir que haya sentido una gran presencia LGBTQ en la industria. Sé que hay muchas personas queer que trabajan en el espacio, pero no conozco ningún grupo o espacio comunitario que celebre activamente la queerness en el cannabis”.

Cuando le preguntamos qué podía hacer la industria del cannabis para mejorar en este aspecto, Chasen respondió que “fortalecería la industria del cannabis reconocer cuánto tenemos en común con el movimiento LGBTQAI+ y cómo nuestras historias de lucha por nuestros derechos tienen muchas intersecciones. Las personas LGBTQ en el cannabis deben ser celebradas, elevadas y tener más oportunidades de conectarse entre sí”. Además, sugirió que “más grupos comunitarios que eduquen sobre el vínculo histórico entre lxs queers y el cannabis harían bien a la industria”.

Por otro lado, la solución para enfrentar el problema de falta de diversidad en la industria del cannabis (y de todas las industrias, sinceramente) es en teoría bastante simple: contratar y dar voz a más personas LGBT, racializadas y mujeres.

No basta con venderle una pipa de arcoiris a una persona queer una vez al año: hay que pagarle un sueldo. De la misma manera que no alcanza con, por ejemplo, vender picadores rosas en marzo (mes de la Mujer) o donar a organizaciones de personas negras en febrero (mes de la Historia Negra en EEUU). En vez de darles productos o caridad una vez al año, hay que darles fondos para que puedan lanzar sus propios emprendimientos, para que decidan ellxs mismxs qué productos quieren consumir y cuál es el mensaje que quieren dar.

Hay que darles voz a estas comunidades marginalizadas, escuchar sus historias e incentivar sus emprendimientos. No encajarles lo que le parece apropiado a una empresa con un dueño blanco y heterosexual, que ve a la disidencia como una moda u oportunidad lucrativa más que como un grupo vulnerable.

¿Y qué podemos hacer?

Por lo pronto, podemos seguir educándonos y aprendiendo sobre nuestra historia. Podemos darle crédito a la comunidad que hizo posible la legalización del cannabis, no sólo en junio, sino todos los meses. Podemos contarle a nuestrxs amigxs fumones a quién le deben ese brownie loco.

Si vivís en un lugar donde la marihuana es legal, podés comprar tus productos a marcas que sean propiedad de personas de la comunidad LGBTQAI+Acá te dejamos un par. Y ya que estás, también podés apoyar a marcas de personas racializadas y/o mujeres.

Si no tenés la suerte de poder comprar marihuana legalmente, existe la magia de las redes sociales. Nuestra voz tiene poder: usémosla. Compartí los emprendimientos de personas LGBTQAI+ en Instagram. Hacé llover esos likes y comentarios, que son gratis.

Podemos recordar que, al fin y al cabo, estamos peleando por lo mismo. Chasen señaló que “tanto el cannabis como las identidades queer han tenido un estigma negativo asociado, y lxs usuarixs de cannabis junto con la comunidad LGBTQAI+ han luchado y continúan luchando por el derecho a existir en un mundo sin persecución”.

En cuanto a esto, Di Bello declaró en su entrevista que “todas estas luchas son luchas por la igualdad en primer lugar… Tienen que ser colectivas. Tenemos que sumarnos y entender que mi agenda también es la agenda del otro. Que esos derechos que tiene que conquistar el otro, la otra, le otre son también mis derechos. Porque en eso nos vamos a constituir como una sociedad más igualitaria, más justa, más equitativa, más sorora. Porque es ahí donde realmente se expresa la solidaridad.”

La lucha de la comunidad cannábica y la de la comunidad LGBTQAI+ es, al final, la misma. Es hora de que actuemos acorde.

Creditos:

Foto por Emily Eizen

Publicación original: junio 2020

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