Reinventándonos: Una historia sobre el uso medicinal de la marihuana y la lucha por la regulación en la República Dominicana

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Autor: Lic. César V. Polanco Reynoso

La vida nos exige reinventarnos miles de veces antes de llegar a convertirnos en nuestra mejor versión. Con estas líneas, he decidido comenzar este articulo a los fines de que entremos en contexto. Durante toda mi vida, he aprendido a avanzar ante distintas dificultades, siempre entendiendo que el proceso es la parte que nadie menciona en el camino. Parte de esa enseñanza me la regaló mi corta estadía en Santiago de Chile, cuando en el momento en que menos lo imaginaba, dejé la República Dominicana por este hermoso país en el hemisferio sur. Le doy gracias a Dios por esto, porque esa experiencia me enseñó a no relajarme demasiado en mi zona de confort.

Dentro de mis logros profesionales, me gradué como Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, donde también pude hacer mi Maestría en Derecho Administrativo y Regulación Económica. Fui miembro del Comité de Estudiantes de Derecho (CED-PUCMM) y he cursado varios programas enfocados en mejorar mi liderazgo a nivel nacional (Agentes de Cambio – FES) y empresarial (PAP – Barna Management School). Combinándolo con una de las mejores experiencias que he tenido, como lo fue el Global Competitiveness Leadership (GCL) de la universidad de Georgetown, programa que me enseñó a desarrollar habilidades de emprendimiento enfocadas en la mejora de nuestro ecosistema social.

Durante mi proceso educativo, que nunca ha terminado realmente, he podido conocer personas de distintas índoles, religiones, pensamientos y filosofías de vida que me han cautivado con sus experiencias y me han permitido crecer como ser humano más allá de los logros académicos e individuales. Fue por este motivo que me enamoré de la política partidaria y desde mis 20 hasta los 30 pude militar, asesorar y participar en varios procesos electorales que hoy en día mucha gente ha olvidado. Sin embargo, los mayores cambios que he podido lograr durante mis últimos años como ciudadano se han producido de la mano de personas con las que nunca pensé que iba a interactuar y que, gracias a Dios, se han convertido en un gran soporte para lo que les voy a contar.

En 2021 recibí una llamada de un amigo cercano, quien me invitó a participar en una reunión en su negocio ubicado en la zona colonial. Para mi sorpresa, me pidieron que les brindara asesoramiento para encontrar un marco jurídico que les permitiera hablar sobre un tema controversial en nuestro país: el uso de marihuana con fines medicinales. Fue en ese momento cuando conocí al Dr. Lester Bonilla, al programador Enzo Vezzaro, al ingeniero industrial Diego Sagawe y otros jóvenes entusiastas que se unieron a nuestro proyecto, al que decidimos llamar CannaRed.

Nuestro primer objetivo fue generar una charla para concientizar a las personas sobre el tema, lo que dio lugar a la iniciativa CannaTalk. Para mi sorpresa, esto me abrió las puertas para conocer una comunidad de personas preocupadas por la forma en que nuestra sociedad veía el uso de esta planta. Sin embargo, quien terminó de convencerme de que este era un tema de interés público fue la empresaria Noemí Betzabé Williams, otra de los miembros de este grupo, que reside en Florida y cuyo testimonio de vida tocó cada fibra de mi ser.

Lo que me mencionaban los miembros de la Fundación CannaRed no era algo nuevo para mí. Durante mis primeros años universitarios, participé en algunos programas de intercambio juvenil donde recorrí las provincias de nuestro hermoso país hablando sobre el uso y abuso de sustancias controladas, las pandillas y las medidas que debíamos seguir para no caer en la trampa del narcotráfico y el crimen organizado. Lamentablemente, el clima político del país en ese momento no permitió seguir desarrollando estos programas, y la vida me llevó a otras áreas donde tuve que esforzarme al máximo para triunfar.

Sin embargo, no era ajeno a lo que estaba ocurriendo en mi país, donde la “Guerra contra las Drogas” pasó de ser una persecución de grandes narcotraficantes como Figueroa Agosto y Quirino, a convertirse en un narcoestado con todas las de la ley. Esto se refleja en nuestra música urbana que es realmente una expresión de las vivencias de nuestros jóvenes en los barrios marginados del país, así como en las más altas esferas políticas, como fue el caso de César el abusador y las acusaciones existentes en la actualidad contra algunos de los funcionarios del partido político que actualmente gobierna en mi país.

Volviendo a las normativas y dejando de lado los ejemplos, debemos hablar sobre la Ley 50-88 sobre Drogas y Sustancias Controladas de la República Dominicana. La misma se ha visto modificada en diversas ocasiones, creando leyes paralelas que buscan actualizar esta normativa a los estándares más modernos en materia de persecución de estas sustancias y, sobre todas las cosas, del crimen organizado. Los resultados hablan por sí mismos: diariamente vemos cómo se decomisan cientos de kilos de diferentes tipos de drogas. Y si no entienden lo importante de estas líneas, es que no estamos progresando.

¿Por qué digo esto? De manera muy sencilla, les resumo que se supone que la guerra contra el narcotráfico en algún punto debería acabar o minimizarse, pero no es así. Esta guerra es un ciclo repetitivo que año tras año se lleva gran parte del presupuesto público nacional en distintos órganos de la administración pública, como lo son el poder judicial, el poder ejecutivo (Consejo Nacional de Drogas, DNCD, PN, Ministerio de Defensa, entre otros.) y claramente el poder legislativo que gasta tiempo en generar modificaciones a esta norma y que en muchas ocasiones afecta más a los ciudadanos comunes y corrientes que a los que no se comportan de acuerdo a la “ley”.

Existe una cita famosa falsamente atribuida al científico alemán Einstein y que se encuentra realmente en la novela “Muerte súbita” de Rita Mae Brown del año 1983: “La locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes”. Como podemos observar en estas palabras, tratar de conseguir un resultado repitiendo la misma metodología no es eficiente. Esta falta de eficiencia se encuentra en el lado contrario a donde el estado o la administración pública debe ejecutar con sus políticas públicas. Por lo tanto, proponemos una solución aplicada en otros países hermanos latinoamericanos, países donde se sufrieron los embates más violentos de esta “Guerra contra las drogas” que terminó siendo la política pública que reemplazó la “Guerra contra el comunismo” y que fue desplazada posteriormente en la actualidad con la “Guerra contra el terrorismo”.

Uruguay, Colombia, Chile, México, Puerto Rico, Ecuador y Argentina son solo algunos de los países que han cambiado sus políticas públicas para abordar la persecución de consumidores de sustancias controladas, basándose en el concepto de la necesidad de entender que las adicciones tienen una raíz ligada a la salud mental y al bienestar de los ciudadanos que viven en estas comunidades. El uso de la violencia en la mayoría de las ocasiones solo genera más violencia. Por esta razón, vemos ejemplos como el de Portugal, que a principios de la década de los 2000 implementó políticas públicas donde los adictos a la heroína eran suministrados de insumos para el consumo por parte del Estado y estos tenían casas de acogida, lo que generó una caída significativa en sus índices de consumo y enfermedades derivadas de esta práctica, como el VIH/SIDA.

En la actualidad, nuestro país carece de una política uniforme de tratamiento de adicciones o de tratamientos a favor del mejoramiento de la salud mental de sus ciudadanos que no sea a través de instituciones privadas y las que son publicas dejan mucho que desear.

Esto se refleja en los altos índices de violencia diaria en las metrópolis, en los incidentes de violencia de género, en los feminicidios y, por último, pero no menos importante, en la creación de una cultura que va en contra del orden público establecido, lo que genera resentimiento tanto en víctimas como en agresores. Si no se aborda seriamente, esto puede acabar abrumando a las autoridades locales. Estos factores se suman al clima de desigualdad existente en nuestras comunidades, que se derivan de la falta de seguimiento que se les da a las comunidades rurales por el gran cambio que se está generando a nivel económico.

Este cambio ha llevado a un sistema económico de producción de servicios que cada vez se desliga más de la producción. Esto promueve la importación de productos agropecuarios que antes se producían en nuestro país, lo que destruye cualquier intento de producción local eficiente y rentable.

Es por esto por lo que concluimos que la generación de un sector económico que utilice el cannabis medicinal en nuestro país puede ayudar a solventar gran parte de las problemáticas planteadas en los párrafos anteriores (violencia, desigualdad, narcotráfico, corrupción). Pero esto solo ocurrirá si la sociedad dominicana genera una normativa que se adapte a nuestra idiosincrasia moderna y se adapte a nuestras realidades sociales. Un ejemplo importante para tener en cuenta en materia de regulación en lo que concierne a la entrega de licencias es el estado de Nueva York, donde las minorías afectadas por la violencia generada por la guerra contra las drogas tienen el privilegio de solicitar las licencias de cultivo de este producto, eliminando el círculo de violencia que hace que las personas que fueron afectadas por esta situación se vean marginadas de entrar en este nuevo mercado.

Esto es algo que podemos implementar fácilmente en nuestra comunidad. Otra alternativa que debemos de interiorizar es el uso de condenas privativas de libertad para consumidores de sustancias controladas, la eficacia que traería esta medida para incentivar de manera radical el no consumo de sustancias no solamente es un fracaso descomunal, sino que, también ha traído como consecuencia el aumento de la población carcelaria y lo que es peor aún, la existencia de ciudadanos que aún no se le conoce una medida de coerción por supuestos crímenes relacionados con el consumo o tráfico ilícito de sustancias.
En cifras podemos destacar que un 60% de la población carcelaria en nuestro país desconoce las razones por las cuales se encuentra guardando prisión a la espera de una sentencia definitiva. Lo triste de esta realidad es que ninguno de ellos logra realmente reformarse y no porque no existan programas que busquen incentivar un mejor comportamiento, sino que, al salir de sus condenas la reinserción al sector laboral se les hace casi imposible, siendo un privilegio para unos pocos el poder volver a ser ciudadanos funcionales en nuestra comunidad. Lamentablemente, muchos de estos ciudadanos son jóvenes que por falta de experiencia o quizás de orientación se ven obligados a tener que seguir con prácticas delictivas que mejoran en las escuelas delictuales en las que se encuentran privados de su libertad.

Es preciso hacer un llamado a nuestras autoridades, políticos, miembros de nuestra comunidad, sectores religiosos y a todos los dominicanos, para que nos sentemos en una mesa de diálogo nacional. Debemos conversar como ciudadanía ¿Hacia dónde queremos proyectarnos en los próximos años? y, por sobre todas las cosas, ¿cómo conseguiremos guiar a nuestras comunidades hacia el objetivo de una sociedad más empática y abierta a generar los cambios que realmente necesita para evolucionar?
Negarnos eso, solamente traerá una mayor desconexión de la que ya existe hoy en día con las futuras generaciones, que solo esperan su turno para tomar decisiones. Sin la orientación que la experiencia genera, podrían cometer errores que otros países han cometido con el sometimiento de normativas orientadas a la legalización en general (como California, un ejemplo importante a tomar en cuenta). Es tiempo de que transformemos nuestra realidad de cara a la creación de una mejor nación, un país próspero, con oportunidades reales para todos y donde se respete abiertamente la diferencia de opinión. La pluralidad debe ser el pan nuestro de cada día y la característica más importante que un país como el nuestro pueda exportar hacia la comunidad internacional, pero sobre todas las cosas, es tiempo de devolverle la dignidad a estos sectores marginados que al parecer tienen muy pocos dolientes.

Bibliografía

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  • Licencias para vender marihuana son una realidad en Nueva York. (2022, noviembre 21). Hoy Digital. https://hoy.com.do/licencias-para-vender-marihuana-son-realidad-en-nueva-york/
  • Linde, P. (2019, mayo 6). Cómo se convirtió Portugal en un referente mundial en la regulación de las drogas. Ediciones EL PAÍS S.L. https://elpais.com/sociedad/2019/05/02/actualidad/1556794358_113193.html
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