Durante siglos, los seres humanos cultivaron alimentos y fibras sin fertilizantes ni pesticidas químicos. Lxs agricultores aprendieron a rotar los cultivos y a regenerar el suelo con microbios. La humanidad no tuvo más remedio que cultivar todo de esta manera. Sólo en los últimos 100 años la agricultura industrial se ha impuesto. Y ahora, a juzgar por la creciente falta de acceso a la seguridad alimentaria, el impacto de la Gran Agricultura en el medio ambiente, la erosión de la capa superior del suelo agrícola y la asombrosa cantidad de residuos alimentarios que se producen anualmente, algo ha ido terriblemente mal en nombre del progreso.
“Estamos en la novena entrada de la humanidad, con dos outs”, dice Doug Fine, agricultor de cáñamo, activista y autor. “Toda empresa agrícola tiene que funcionar como siempre lo han hecho lxs humanos, tratando sus recursos esenciales como vitales para mantenerlos y reconstruirlos continuamente”.
En su rancho Funky Butte, en Nuevo México, y en otras granjas a las que asesora en todo el país, Fine practica y enseña el arte perdido de reconstruir los microbios del suelo. El concepto es tan científico como artístico, y nuestrxs antepasados lo han practicado durante muchas generaciones.
La agricultura regenerativa consiste simplemente en plantar cultivos en su suelo nativo al aire libre y regenerar el suelo fuera de temporada con microbios, compost y excrementos de animales de la misma zona o granja, con muy poco o ningún aporte externo. A menudo, los microbios se recogen de los bosques circundantes o de los árboles caídos y se trasladan al campo cercano. Si el suelo es lo suficientemente vibrante y no está químico, esos microbios se multiplican y se combinan con otros nutrientes, creando un ecosistema conocido como “suelo superior rico”. De hecho, según Fine, cada vez hay más investigaciones que sugieren que cada centímetro cúbico de este tipo de cultivo puede secuestrar hasta 3.000 millones de toneladas de carbono al año, a la vez que construye el suelo. Parece que la agricultura regenerativa puede dar a la humanidad una valiosa herramienta para enfriar el planeta.
Fine es pionero en la investigación del cáñamo y en el desarrollo de semillas en su propia granja, y muchas de sus aventuras han sido relatadas en sus libros. American Hemp Farmer y Hemp Bound son considerados clásicos por lxs aficionados al cáñamo; y se rumorea que Fine está trabajando duro en una serie documental que relata su aprendizaje aventurero. No quiso confirmar ni desmentir el rumor, pero vi a Fine tocando el saxofón para sus plantas de cáñamo en Instagram, así que quizá se esté preparando para su primer plano.
Una reciente mañana de principios de primavera visité a los polifacéticos agricultores Manny Álvarez y Terry Sardinas en Bird Valley Organics, en Santa Cruz, California. Decenas de gorriones cantaban mientras yo recorría un campo con largas hileras gigantes de montículos de madera. Encima de los montículos había verduras y algunas flores. Era antes de la temporada de siembra y todas eran plantas sobrantes del verano pasado. Álvarez cortó un trozo de apio rosa y me lo dio. “Cómete esto”, me dijo. El tallo tenía uno de los sabores de apio más fuertes y vibrantes que he experimentado. Me pregunté dónde se iba a plantar y cultivar cannabis si todo lo que veía eran verduras y flores.
“Bird Valley Organics es una granja de hügelkultur“, dijo Álvarez. “El hügelkultur es una antigua técnica de cultivo alemana que se centra en la construcción de un ecosistema de suelo saludable para que crezcan plantas más sanas. Cavamos zanjas de 2 metros y las rellenamos con capas de troncos locales, paja, compost y ramas. A continuación, construimos un montículo sobre las zanjas y plantamos nuestros cultivos. Con el tiempo, las capas empiezan a descomponerse, proporcionando nutrientes a la vida microbiana, y ésta a su vez produce nutrientes para las plantas”.
Álvarez planta docenas de hortalizas y flores diferentes con los cultivos de cannabis, creando un campo de policultivo. Esto permite un enfoque holístico de la gestión de plagas, además de producir fuentes de ingresos adicionales para la granja. Incluso hizo venir a un grupo de budtenders de uno de los dispensarios que venden su porro, y aprendieron todo sobre su procedencia. Este tipo de atención a los detalles y el toque personal es la razón por la que sigo siendo optimista de que la comunidad del cannabis está liderando el movimiento de la agricultura regenerativa y aportando nueva creatividad a esta antigua práctica. Y, lo que es más importante, están haciendo correr la voz a la agricultura convencional para que haga lo mismo.
Cultivadores pioneros como Doug Fine, Manny Álvarez y Terry Sardinas están abriendo el camino de la agricultura regenerativa de cannabis y cáñamo, al tiempo que enseñan a otrxs cómo hacer este tipo de agricultura. También están introduciendo productos de cannabis artesanales en sus comunidades, manteniéndolo local y auténtico. Con más de 89 millones de acres de maíz plantados anualmente y sólo medio millón de acres de cannabis/cáñamo, hay muchos conceptos que probar mientras agricultores como Fine, Álvarez y Sardinas intentan ampliar la escala. Por el bien de todxs, esperemos que dé resultado.
Creditos:
Vía Forbes, traducido por El Planteo.